viernes, 31 de octubre de 2014

Yo también, cada vez que miro al cielo...pienso en él


Que te creías, ¿que no me iba a acordar de tu regalo para el día de hoy?, imposible porque me conoces bien, sabes que me gusta hacerte rabiar un poco, y oírte decir con la boca pequeña..."no os preocupéis, si yo no quiero regalo, el mejor regalo es que os hayáis acordado de mí..."...

Llevo desde que el reloj marcó las 00:00 sintiéndote, con esa intensidad que hace que el vello se ponga de punta, abrazando al infinito, han pasado 24h, y me he mantenido muy atenta para percibir el roce de tus labios en mi mejilla, te he nombrado mil veces para que supieras que estaba contigo...y lo estaba...

Y, ya a última hora, para rematar este día de recuerdos imborrables, te ofrezco lo que yo quisiera fueran  mis regalos:

Quiero regalarte una sonrisa eterna, como la que tu nos has enseñado a tener, de esas que transmiten confianza, y paz.
Quiero regalarte luz, intensidad, AMOR, alegría de vivir.
Y quiero regalarte el sabor de los torreznos, del bocadillo de panceta, de tortilla de chorizo, de pochas y de arroz con leche.
Quiero regalarte, los chapuzones en alta mar, y los paseos , y las siestas, y los aperitivos, y las largas conversaciones con amigos.

Quiero regalarte, canciones mal sonantes pero llenas de entusiasmo y anécdotas y escuchas activas, y un buen vino.
Y quiero regalarte la unidad de la familia, que tu tanto valorabas y el cuidado de mamá y trocitos de cielo.

Quiero regalarte disfrutar de lo pequeño, y ser agradecida y no perder la esperanza y creer en la amistad, y ser humilde y reconocer mis errores...

Quiero regalarte mis letras, mis pensamientos, mis historias, mis sueños cumplidos, aquellos en los que tu siempre confiabas, más que yo, a pesar de que eran míos...

Quiero y puedo regalarte todo eso, papá, porque he entendido que estás en mi en un todo inseparable. 
Porque cada vez que me asusto vienes a ahuyentar mis monstruos, porque me alientas a seguir, y me recuerdas que estoy aquí con un propósito.
Cuando yo lo vivo tu, lo vives conmigo...Yo soy tú y tu eres yo.



miércoles, 29 de octubre de 2014

De la amabilidad a la descortesía...


Esto de la crisis me está llevando a cuestionar como ha de ser  la atención al cliente.
Siempre he sido una firme  defensora de la cordialidad, la amabilidad, incluso de facilitar la mayor información y detalles, con el fin de crear una atmósfera cercana y de confianza.
Creía que la primera impresión es vital, y sigo creyéndolo, el problema viene cuando esa primera impresión es buenísima para unos pocos pero nefasta para muchos...
Y me explico, cada vez hay menos personal en los comercios, eso trae consigo que como uno dedique mucho tiempo a un cliente...puede atender a muchos menos de los que debiera o de los que le necesiten.

Hace unos días, yo estaba con una amiga dando un paseo por un centro comercial y al pasar por una tienda de productos naturales, esos que nos gustan tanto, sobre todo a las mujeres, los que prometen resultados mágicos y quitarnos 20 años de un plumazo, eso sí, sin nada químico que pueda alterar nuestra piel, oh milagro!!!, leímos que había muchas ofertas interesantes y no pudimos resistir la tentación de entrar para echar un vistazo. 
En la tienda no había mucha gente, y nos tomamos nuestro tiempo para ojear, al final nos decidimos por un gel que por 1€ te dejaba la piel como la seda y por una lima de colorines que resultaba muy graciosa para llevar en el bolso, de tan solo 0,50€, con nuestros hallazgos nos dirigimos al mostrador a pagar, nos colocamos detrás de una señora que llevaba poco más o menos los mismos artículos que nosotras, por lo que supusimos que la "cosa· iba rápida; la única dependienta del establecimiento estaba atendiendo, a una persona, interesada en la sección de maquillaje.
Los primeros minutos nos entretuvimos hablando, entre nosotras, de los productos de la tienda, después pasamos a comentar con la persona que estaba delante el buen precio de los artículos, mientras tanto la gente se iba sumando a la cola de pago, y la dependienta, muy atenta, iba ofreciéndole a la clienta distintos tonos de colorete, de sombras de ojos, de lápices al tono...
La cola de clientes en espera cada vez más nerviosa, y más numerosa, se oían comentarios del tipo: "hay que ver la que esta liando", "¿pero es que no se da cuenta de la cantidad de gente que estamos aquí?", "si todos funcionáramos con esa lentitud en nuestros negocios...mal nos iba a ir"; llevábamos ya veinte minutos cuando por fin, ambas, dependienta y clienta, se dirigieron al mostrador, hubo un suspiro de alivio general, pero en ese momento a la señora se le ocurrió nombrar que volvería para mirar lacas de uñas, la dependienta, rápida y amablemente, la animó a mirarlo en ese momento con su asesoramiento y la condujo, ante la mirada atónita de todos los clientes en espera, al stand correspondiente, en un momento dado, cuando el ambiente empezaba a caldearse y mucho, la dependienta, que estaba con un oído escuchando a "su clienta" y con el otro al resto, contestó con su mejor sonrisa: "tengan ustedes paciencia, ¿no ven que estoy atendiendo?, en un momento estoy con ustedes"... ufff sonó como a broma...

Y, después de escuchar esas palabras, eso sí, muy amablemente pronunciadas, y, tras más de media hora de espera, mi amiga y yo, también amablemente, devolvimos lo que habíamos cogido a sus estanterías y salimos del establecimiento.

Hay que mimar a todos los clientes por igual,  porque, al fin y al cabo, nuestra imagen está en sus manos.
No se puede, por ser amable con uno, ser descortés con el resto....o al menos, eso pienso yo.